Azucarera de Portas

Auditorio. Guardería. Mirador panorámico. Centro de la tercera edad. Cafetería. Ludoteca. Sala de exposiciones. Sala de conferencias. Todo esto y más es lo que podremos encontrar en este edificio rehabilitado para el uso y disfrute de los vecinos del ayuntamiento de Portas y sus alrededores. Pero resulta más que evidente que este no fue el fin para el que se creó este edificio en origen. Si no lo conoces, o si queréis saber un poco más sobre él, no dudes en seguir leyendo este artículo.

 

España, tras perder Cuba durante la guerra de 1898 con Estados Unidos, quedó desabastecida del preciado grano blanco y el país, aconsejado por empresarios del azúcar repatriados de Cuba, se lanzó al cultivo masivo de remolacha y a la construcción de refinerías para la elaboración de azúcar por toda la geografía española.


Algunos estudios indicaron que algunas comarcas gallegas eran sin duda idóneas para dicho cultivo, y de ahí surgió la iniciativa de la construcción de esta impresionante azucarera.

 

En febrero de 1899 se creaba la Sociedad Azucarera Gallega de Portas, y en junio de ese mismo año se colocaba la primera piedra de la obra de esta refinería. La sociedad contaba con un capital social de 3.300.00 pesetas repartidos entre 3.300 acciones de las que un 66% pertenecían a empresarios coruñeses.

 

Los ladrillos para la construcción de la fábrica se traían en vapores que fondeaban en el puerto de Carril (Vilagarcía de Arousa).

 

La chimenea tiene una altura de 65 metros, lo que en su día la convirtió en la más alta de España, y cuenta con un diámetro interior de nada menos que 3 metros.

 

La maquinaria se importó desde Alemania y llegaba a través de buques mercantes a vapor hasta los puertos de Vigo y Vilagarcía de Arousa, desde allí era transportada a Portas por medio del ferrocarril que contaba con un ramal que llegaba hasta la propia fábrica.

 

En 1900 viajaron a Portas un ingeniero y varios operarios procedentes de Alemania para proceder al montaje de la novedosa e impresionante maquinaria. En una obra de esta envergadura era inevitable algún que otro accidente, siendo el más grave el de la caída de una de las vigas que debían soportar el techo de la fábrica, matando en su desplome al ingeniero alemán encargado de las obras, Herr Emilio Jurgues.


El 20 de octubre de ese mismo año de 1900, la fábrica comenzó a trabajar y en poco más de dos horas se producía ya una primera remesa de un preciado azúcar de excelente calidad. Los asistentes al acto inaugural pudieron comprobar en persona como la fuerza del vapor era capaz de mover infinitas ruedas y engranajes, que en cuestión de muy pocas horas, convertían la raíz de remolacha en el delicioso y dulce azúcar.

 

Las previsiones calculaban que esta fábrica sería capaz de procesar más de 600 toneladas diarias de remolacha. Siendo este uno de los principales motivos, aunque no el único, que la llevó a su rápida desaparición.

 

El ruido interior de la fábrica resultaba ensordecedor y la iluminación nocturna a través de sus más de cien ventanas era algo que resultaba grandioso e incluso asombroso para los vecinos de la zona de aquella época.

 

Sólo tres años después, en 1903, la fábrica cerró sus puertas debido a la bajada del precio de azúcar de caña y a la imposibilidad de aumentar los terrenos dedicados al cultivo de la remolacha.

 

Tras poco más de cien años de abandono, la fábrica fue adquirida y rehabilitada por el ayuntamiento de Portas para dotarla de su actual uso social-cultural y lúdico, conservando sin embargo su todavía hoy llamativa y atractiva edificación.

 

En la actualidad el acceso al mirador panorámico de la chimenea está cerrado y sólo se abre en ocasiones festivas y especiales organizadas dentro del propio recinto.