Sta. Mariña Dozo

En la localidad de Cambados (Pontevedra), se encuentran los restos de esta iglesia gótica con influencias renacentistas, construida en el siglo XV, está catalogada como Monumento Histótico-Artístico Nacional desde el año 1943. 

Los historiadores dicen que fue construida por deseo de doña María de Ulloa, señora de Cambados y madre de Alonso III de Fonseca. Pero otras voces, también de reputados historiadores, conceden el honor de su fundación a la infanta doña Juana de Hungría, esposa de Paio Gómez, quienes vivieron junto a la también conocida Torre de San Sadurniño, ubicada igualmente en la misma localidad de Cambados. Una tercera, y no menos acertada corriente, apunta a que la cooperación de ambas señoras fue la que dio fruto finalmente a la construcción de este bello y melancólico lugar.


En la fachada existió antiguamente un rosetón, desaparecido con toda probabilidad a principios del siglo XX.  

Este impresionante Camposanto, a petición del propio ayuntamiento de Cambados, fue incluido en diciembre de 2013 en la Associatión of Significant Cementeries of Europa (ASCE). Esta asociación, compuesta por 22 paises y 179 cementerios (veinticuatro españoles, de los cuales tres son gallegos) cuenta con auténticas joyas del patrimonio europeo, como por ejemplo, cementerios tan impresionantes como el de las Catacumbas de Roma, el Père-Lachaise de París, o el Zentralfriedhof de Viena. 

Como dato anecdótico, decir que en este cementerio se rodaron algunos episodios de conocidas series de televisión como "Piratas", "Águila Roja" o "Vivir sin permiso" entre otras.

 

Por último, pero muy importante, apuntar que este es un precioso lugar para visitar y fotografiar. Pero debemos de recordar que a pesar de la inmensa amabilidad y paciencia de la que siempre hacen gala los vecinos de Cambados, nos encontramos en un camposanto y que en él descansan sus antepasados. La educación, el saber estar y el respeto por su intimidad deben prevalecer siempre por encima de nuestra curiosidad y nuestros deseos de hacer fotografías.

En septiembre de 2014, el Cristo crucificado que presidia el altar de las ruinas de Santa Mariña tuvo que ser retirado debido su frágil estado que amenazaba en los últimos años con su fragmentación.

La obra, de aproximadamente 300 kilos de peso, se cree que puede estar realizada en madera de castaño o roble, algo desconocido con exactitud debido entre otros motivos a las varias capas de barniz que le fueron aplicadas a lo largo del tiempo.

Fue el propio arqueólogo municipal, Ángel Acuña, quién aseveró que la imagen sufría un fuerte deterioro debido fundamentalmente a las inclemencias del tiempo. Es necesario recordar que la obra estaba expuesta en la pared del altar de las conocidas ruinas de Santa Mariña. Ángel Acuña aseguró también que la pieza tendría que ser sometida a un tratamiento insecticida para eliminar como primera medida las causas del rápido deterioro sufrido en los últimos años.

El arqueólogo, contó con la ayuda de varios operarios municipales, quienes tuvieron que utilizar una grúa para poder bajar la pesada imagen y llevarla al taller en el que se está intentando llevar a cabo su restauración.

 

El primer paso consistió en crear un exoesqueleto que diese ciertas garantías durante el traslado de la imagen, utilizando para ello gasas, papel absorbente y una fina capa de yeso consolidante. Este recubrimiento fue retirado una vez la pieza estuvo depositada en el taller de restauración.

Después de transcurridos varios meses desde la retirada del Cristo original, fue el escultor cambadés Francisco Leiro, quién decidió ceder de manera provisional una obra suya titulada “Cristo do convento” (Cristo del convento).

La figura de este nuevo Cristo está realizada en madera de roble policromada y la cruz que lo sujeta en pino tea. Precisamente, tal y como aclaró su propio creador, la cruz está realizada en forma de “T”, en Tau, un símbolo empleado por la orden Franciscana. Con ella, Francisco Leiro, quiere rendir homenaje al antiguo convento cambadés de San Francisco.

La pieza, con la que el escultor quiso representar la expiración de Jesucristo, cuenta con unas impresionantes dimensiones de nada menos que 2,80 metros de alto por 1,80 de ancho y 65 centímetros de fondo.

 

Finalizado el verano de 2015, y tras permanecer tres meses presidiendo el altar de las ruinas de Santa Mariña, la pieza fue retirada y devuelta al taller del escultor cambadés. La ábside de las ruinas está techada parcialmente y la llegada de la época de lluvias y de las inclemencias propias del invierno podría dañar seriamente la obra.